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Proteger a los nuestros


Por David Kilgour
Presidente del Grupo de trabajo político para Latinoamérica y el Caribe
Consejo Internacional de Canadá, Ottawa
The Mark, agosto 17, 2009

Coautor: Julian Bauer

Ahora son bien conocidos los hechos fundamentales en torno a los tres meses de calvario en Kenia de una ciudadana canadiense nacida en Somalia. A Suaad Hagi Mohamud, madre de un niño de 12 años de edad, se le negó abordar un vuelo de regreso a casa y se quedó varada en un país extranjero acusada de ser una impostora. Si bien la familia, los amigos y organizaciones de derechos humanos lucharon ansiosamente para que se reuniera eventualmente con su familia en Toronto, la Alta Comisión de Canadá en Kenia no cumplió con su obligación para con ella siendo ciudadana canadiense, una de los nuestros.

Los que han trabajado incansablemente para garantizar su regreso, incluyendo al profesor Julian Bauer, uno de los principales partícipes de la ONG ECOTERRA y coautor de este artículo, informa en su lugar una inquietante disposición por parte de la Alta Comisión en Kenia para facilitar la presunta culpabilidad y condena de la Sra. Mohamud.

Sus problemas comenzaron cuando un oficial de inmigración de Kenia decidió que la foto de su pasaporte de hace cuatro años, era de otra persona. "Los labios no tienen el mismo aspecto", dijo. Fue detenida, luego arrestada y enviada a languidecer durante ocho días en el interior de la tristemente célebre cárcel de mujeres de Langata.

La Alta Comisión coincidió precipitadamente con la opinión de Kenia, anulando su pasaporte y regresándola de vuelta a los fiscales kenianos. Que su pasaporte coincidiera con todas sus otras numerosas identificaciones, incluido un carnet de ciudadanía canadiense, una licencia de conducir de Ontario, tarjeta de crédito y carnet de seguro médico no importó a los funcionarios canadienses hasta que una prueba de ADN probó su caso de manera concluyente.

El 28 de mayo en una carta a las autoridades de Kenya, la Alta Comisión señaló que transfería el pasaporte de Mohamud para que el gobierno de Kenia iniciara un proceso judicial, insistiendo en que ella era un impostora.

En las semanas siguientes, tanto la familia de Mohamud como sus amigos buscaron frenéticamente su liberación de Kenia, con la ayuda de ECOTERRA, una organización internacional de derechos humanos, la Alta Comisión no hizo ningún esfuerzo para contactar con ella y ni hablar de prestar apoyo, lo que está obligado a hacer por ley.

Según ECOTERRA y Bauer, la única comunicación de la alta Comisión en más de tres meses fue una arrogante destitución de su asistencia a Mohamud. Una vez más no importó, el hecho de que ECOTERRA había escrito una licencia a Mohamud, en virtud de las disposiciones de la Ley de Privacidad de Canadá, para representar sus intereses. "Su asistencia no es necesaria." Punto.

A pesar de las demandas de Mohamud y las peticiones de la ONG en los últimos días - cuando una prueba de ADN demostró claramente que en efecto Mohamud era una canadiense – todavía fue enviada fuera del recinto de la Alta Comisión en Nairobi sin carta de protección u otro documento que indicara que estuvo legalmente en Kenia.

Sólo hasta el 14 de agosto, cuando Kenia retiró los cargos en su contra, Mohamud recibió de urgencia los documentos canadienses para viajar. La carta de la Alta Comisión de Canadá sonaba menos que acogedora. "Es la decisión del gobierno de Canadá permitir a Suaad Haji (sic) Mohamud ingresar a Canadá."

Para su reputación, el Primer Ministro Harper, en su comentario, señaló que su propósito era lograr “casa” para Mohamud, la primera vez en tres meses que un funcionario canadiense reconocía su ciudadanía canadiense.

Mohamud tocó tierra otra vez en Canadá y se reunió con su hijo más tarde, el 15 de agosto. Mientras ella volaba hacia la seguridad, el teléfono de emergencia del escritorio de ECOTERRA en Nairobi volvió a sonar otra vez; esta vez la persona que llamaba deseaba asistencia para garantizar la seguridad y el retorno de Abdihakim Mohamed, un autista canadiense atrapado en el laberinto burocrático de Canadá y olvidado en Kenia.

La inquietante cuestión que se plantea de nuevo es si los canadienses pueden viajar al extranjero con la garantía de que su gobierno los protegerá.

Aunque Harper prometió una "explicación completa" de las circunstancias del calvario de Mohamud, se debe pedir una completa investigación pública y los responsables de este inquietante incidente deben rendir cuentas. De no hacerlo, significaría el fracaso de la defensa de las piedras angulares de Canadá: el estado de derecho y el buen gobierno.

También es necesario establecer normas y mecanismos transparentes para asegurar que los canadienses puedan, en efecto, contar con la asistencia y protección de su gobierno cuando viajen al extranjero.

¡Los canadienses no se merecen menos!

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